Un corazón adulto late entre 60 y 100 veces por minuto, lo que se
conoce como ‘ritmo sinusal normal’. Este patrón regular suministra
sangre rica en oxígeno a todo el organismo y está controlado por los
nódulos sinoauricular (SA) y auriculoventricular (AV). Los impulsos
eléctricos salen del nódulo SA y llegan al nódulo AV. Con su acción
combinada, estos nódulos mantienen el ritmo sinusal normal.
El paro cardíaco repentino es una condición que se puede tratar. Para
definir el paro cardíaco repentino, es necesario comprender en qué se
diferencia de un infarto. Un infarto se produce como consecuencia de la
interrupción del flujo sanguíneo al corazón debido a un coágulo formado
en una de las arterias coronarias. El paro cardíaco repentino se produce
como consecuencia de un funcionamiento irregular del ritmo cardíaco. En lugar de bombear regularmente, el corazón
comienza a vibrar de forma incontrolada interrumpiéndose la circulación
sanguínea. Esta condición se conoce como fibrilación ventricular.
La muerte tendrá lugar a menos que se administre un tratamiento urgente. La resucitación cardiopulmonar (RCP) y la aplicación de una descarga eléctrica suministrada por un desfibrilador externo automático (DEA) son los únicos medios eficaces para el restablecimiento del ritmo sinusal normal del corazón. La probabilidad de supervivencia se reduce al 5% sin desfibrilación inmediata.
La víctima de paro cardíaco repentino pierde la consciencia de forma inmediata y se desmaya. No se detectan signos vitales:
- no hay pulso regular
- no hay respiración
Entre los factores de riesgo que
pueden aumentar la probabilidad de padecer un paro cardíaco repentino se
encuentran los siguientes:
- Infarto previo
- Coronariopatía
- Antecedentes familiares de PCR
- Cardiopatía congénita
- Obesidad
- Diabetes
Sin embargo, el 50% de las personas que sufren un paro cardíaco repentino afirman no haber experimentado previamente síntomas de insuficiencia cardíaca.
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RCP básica en tres pasos:
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